Durante los primeros siglos de
vida del cristianismo, fueron muchos los que por causa de sus creencias fueron
asesinados convirtiéndose así en mártires. El sacrificio a Cristo fue
sustituido pronto por una versión menos cruenta, pero según se mire más
dolorosa y exigente.
Fue así como surgió el monacato,
una forma de sacrificio a Jesucristo
mediante su imitación mediante una vida apartada del mundo en actitud
orante. El “monje” de estos primeros siglos se apartaba de la vida mundana para
refugiarse en los desiertos y las cuevas. Este fenómeno se vivió con especial
intensidad en la mitad oriental del Imperio.
En Egipto conocemos la figura
del anacoreta, cuyo principal exponente es la figura de San Antonio (281-356).
Su vida consistía en la intensa oración en lugares apartados sin interactuar
con ningún tipo de persona o comunidad. Normalmente solían ser personas de bajo
estrato social, muy populares por su vida de entrega y santidad.
En lo más recóndito de esta
apasionante historia de la religión cristiana en sus albores, encontramos en
ciertas ocasiones curiosidades que incluso a los ojos modernos resultan
apasionantes. La figura del “estilista” está entre estas excepciones que hacen
de la historia una ciencia apasionante.
Esta variedad monacal se dio principalmente
en el sur de la actual Turquía, en la región de Cilicia. La palabra estilista
proviene del griego, stylo y significa literalmente columna. La particularidad
que identifica este alejamiento de la
sociedad era que el individuo en cuestión se pasaba el resto de su vida encima
de una columna como gesto de entrega a su fe. El nombre propio, protagonista de
esta historia es la figura de San Simón o Simeón el Estilista.
Se documenta su ferviente fe a
la edad de 13 años inspirado a las lecturas de las Bienaventuranzas y Las
Sagradas Escrituras. Su extremismo fue tanto que se pasaba temporadas
enteras sin comer ni beber nada, debilitando seriamente su salud. Tal es así
que fue expulsado de un monasterio por su extremismo. El invento del Cilicio
(que hoy en día se ha popularizado ya que sigue siendo utililizado) se le
atribuye a él, aunque no está demostrado este hecho. Un indicativo importante
es que se haya inventado y desarrollado en esta zona geográfica ya que su
nombre (silicio) proviene de esta región (Silicia).
Su constante y severo sacrificio
hizo que su fama se extendieran por todos los rincones de la zona e incluso más
allá. Todo esto para desgracia suya, ya que gustaba estar alejado del mundanal
ruido. Todo esto hizo que tomara una decisión trascendental, la cual le daría
un nombre en la historia. Poco a poco la realidad y el mito se fueron fundiendo
hasta formar la actual imagen que nos ha llegado hasta nosotros. Se dice que en
más de 37 años que se pasó encima de una columna, esta fue hecha más alta por
sus adeptos ya que la muchedumbre evitaba su contacto con el silencio y la
tranquilidad.
Supuesto resto de la columna de San Simón el Estilista (Siria). |
Simeón el Estilista vivió entre
finales del siglo IV d.C. (c.390) y hasta el año 459. Es venerado por la mayoría
de las ramas del cristianismo incluyéndose la Iglesia Católica que le rinde
culto el 5 de enero. También es llamado
Simeón el Estilista el Viejo para diferenciarlo de Simón el Estilista el Joven (521-527)
y Simón el Estilista III ( s. VII d.C. ) que seguirían su ejemplo de sacrificio
extremo.
Esta historia fue lleva al cine
de una manera especial por el director Luis Buñuel en 1965 bajo el título de
Simón del Desierto. La vida de Simeón el Estilista es tratada por el director
aragonés de una manera tétrica e incluso algo surrealista.
Cartel del film "Simón del Desierto" México. 1965 |
Escena del mediometraje de Luis Buñuel. |
Adrián Martel Martel. Agosto 2013.
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